y otra vez más: te escribo
poemas que no mellan
tu acritud cuando, sola
en tu fastuoso hogar,
los leés y, triunfante,
los desechás. Escribo
usando el vos y el yo
ya a ciegas, extraviado
por el afán obtuso
de que respondas. Cómo
pasan así a las dunas
de un desierto tu nombre
y el mío. Las palabras
no te tienen --¡ni a mí!--
y sin embargo escribo.