¡Qué importa por qué lloro!
Escucho Joni Mitchell,
"Taming the tyger", y
se me sacude el pecho
al sollozar: las lágrimas
escriben, tristes rejas,
sobre mi piel sus surcos.
Cuando murió mi padre
lloré así, descosido,
algo después, de noche,
en la cocina, a solas.
Morimos sin porqué
y no hay quien nos reciba
luego; no hay más allá.
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