Esos cuerpos --¡y el mío
también!--, resplandecientes
en la noche, bailaban
como antiguas deidades
paganas que rieran
y se supieran libres
del envejecimiento.
Pero todo pasó
y hoy no nos vemos: una
voluntad negadora
del resto nos aísla
en nuestros sobrios cuartos
y moriremos como
los más huraños búhos
solitarios de un bosque
que no perdurará.