la noche todavía se azula por el frío,
ya los autos, ajenos al dormir, se suceden
con regular constancia, listos para agregarse
a la áspera vigilia de las ocupaciones.
Después vendrá la luz del sol, tan bienhechora
que los árboles, sobrios y pacientes filósofos,
seguirán sin pensar en el hacha y el rudo
fuego final. Las noches y los días se adunan
en el alternativo reloj del universo.
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