en una enmarañada
selva de contusiones,
es decir, somos dos
en mi memoria, en mis
arranques temblorosos
contra los que arremete
como un bull-dog. A cinco
años de su partida,
su fantasma me sigue
golpeando con violencia,
inapelable. Ruge
su perfil de tirano
y me reduce a un cieno
de púber malestar
que no se cierra nunca.
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