cuando me voy de compras soy yo mismo.
Cada tanto un ataque de epilepsia lo tumba
y queda en la vereda, fulminado.
Es parte del paisaje y apenas habla. Espera
a que le den su pan y luego parte.
Ése soy yo y a veces ni lo miro. Sus ojos
me buscan y algo piden. Yo me apuro.
Pero cómo no verlo. Tantos rotos, escoria
de la Ciudad, y pongo el automático.
Y es que ahora que escribo vuelve su rostro, vuelve
su mirada y me quedo sin aliento.
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