de mayo que se escurren
como arena de un puño
que en vano retenerla
pretende para sí.
Treinta primeros y una
plaza en que, con un vino,
sin documentos, quise
decirle que la amaba
pero no pude. --Pocas
historias más enclenques
existen. Ya tendrías
que renunciar, Quijote,
a tal despiporraje,
a tal feble Ojoroso.
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