con un furor malsano, de noche se sosiegan
y se distienden y es entonces que redacto
versos que se vinculan con lo mejor de mí.
La calle es un borrón sin autos y mi perro
duerme sin atributos y aceza gravemente.
Un grillo solitario, dichoso, me dispone
a preferir la cuerda continua de lo mismo.
Son las horas vaciadas de lucha, que permiten
que de nuevo la vida recupere su anclaje.
Son las horas perfectas de un ángel silencioso
que ordena que le cante otra vez a la luna.
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