en una noche breve frente a la mesa ronca
en que leo y escribo desde hace varios años,
confieso que mi perro es mucho más tangible
que lo visto hace un rato en el informativo.
El perro ladra, calla; yo redacto estos versos
pensando en las arengas --¡seamos pessoístas!--
de los que tanto gozan hablando de lo injusto
y de tomar medidas y actuar urgentemente.
Yo mismo he recaído en tales vicios. Nunca
supe qué hacer. Aclaro: no se trata de nada:
son reflexiones mustias. (Las bombas son allá.)
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