en las que no confío
del todo. Son palabras,
y por lo tanto débiles,
algo que se gradúa
al cabo en el silencio
o vacío de un mundo
interior que persiste
mejor en el afuera.
La escritura se nutre
del encuentro entre el dolmen
de lo interno y la mano
que lo redacta. Callen
las palabras, transidas
por la inseguridad
de entresoñarlo todo.
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