de las que, con el torso
desnudo, displicentes,
tomaban té. Podías
ser un gato, podías
ser hasta un hombre pero
¡no Francine, no Francine!
¿Quién eras? Tus palabras
sólo trazaban un
acertijo cambiante
que se sabía Esfinge.
Queda volver a hablar.
Catorce letras tienen el nombre y apellido con que firmás. Podría escribir un soneto en el que encabezaran cada línea. Infinitas las p...
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